mi casa 7 – México
No sé por qué pero no tuve mucho interés en conocer México. Está allí, al lado de mi país natal y hubiera sido fácil y económico visitar. Y, sí, fui una vez de vacaciones, pero México no me llamó mucha atención. Por fin y por casualidad cuando en Mayo de 2000, llegué para trabajar a México no sabía lo mucho que México me cambiaría la vida y que serían años ricos y emocionantes.
Llegué a San Cristóbal de las Casas a las 3 de la mañana, algún día en mayo de 2000, en transporte terrestre. Mis nuevos compañeros de trabajo (muy simpáticos aún dormidos) me esperaban en la estación de autobuses para darme la bienvenida. Regresamos en taxi a casa por calles estrechas, sombrías y adoquinadas. El aire estaba claro, fresco y ligero, con un olor a leña, a pino y a cuidad. No pude ver mucho, pero tenía la sensación de estar un en pueblo con casas y edificios bajos – de una, dos o algunos de tres plantas – y todo, por lo poco que podía ver, muy colorido.
Vivimos y trabajamos en una casa hecha de bloques, con un techo plano. Era una casa enorme, pintada un azul llamativo, un color parecido al azul de los subrayadores que utilizamos en la escuela para marcar textos. Tenía dos plantas, en la planta baja había una baño, una cocina, un comedor, un cuarto para invitados, y otro cuarto que utilizábamos como oficina. Además un garaje que corría a lo largo de la casa, y arriba, en la primera planta tres cuartos más y un baño. De la primera planta había escalera de caracol para subir a la azotea donde tendíamos la ropa y hacíamos reuniones.
Intentaba mantener una mente abierta, y dispuesta a lo que iba a encontrar en este nuevo lugar. Todo era un gran cambio, de una cuidad grande en Japón, a un pueblo en las montañas del sureste de México, de un trabajo con una rutina y horario estable a algo muy diferente.
Había ganado una plaza en el equipo de campo de una organización no gubernamental estadounidense, Acción Permanente por la Paz (APP) o como está conocido en inglés, Witness for Peace. La organización se fundó en 1983 durante la guerra sandinista – estadounidense (en Nicaragua y en Honduras) cuando ciudadanos estadounidenses llegaban a acompañar a comunidades en la zona de conflicto. La presencia de gente internacional tenía el impacto de bajar el hostigamiento y los ataques contra las comunidades atrapadas en la zona belicosa. Así APP y otras organizaciones empezaron a desarrollar su metodología sobre observación de derechos humanos y acompañamiento para proteger a líderes sociales y comunidades y para resolver conflictos.
Desde los 1980s su misión ha cambiado un poco, pero sus valores son firmes. Acción Permanente por la Paz tiene un compromiso a la no violencia y la voluntad de hablar con todos los actores de un conflicto o situación. Se dedica a construir puentes de solidaridad entre la sociedad civil estadounidense y la de los países donde tiene presencia, que en 2000 eran – Nicaragua, Guatemala, México, Cuba y Colombia. Los equipos del campo trabajaban en tres tareas – (uno) conocer la situación actual, y a los y a las lideres de las comunidades para entonces facilitar el intercambio con la sociedad civil estadounidense cuando vinieran de visita, (dos) acompañar a comunidades en la zona de conflicto y (tres) escribir reportajes y artículos de la situación actual para la gente de base de APP y organizaciones aliadas.
Esta experiencia si cambió mi vida, y aun más porque durante esta etapa de vida conocí a mi pareja, ya hace años que también trabajaba en APP y un poco después cogimos a nuestro animal de compañía, Oscar.